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lunes, 26 de enero de 2009

Dios nuestro más grande amor espiritual


Católicos contra la discriminación de los homosexuales

Lazarillo

Los recuerdo, en mi niñez ya lejana, vejados y humillados, víctimas de todas las miserias concertadas en contra de la libertad de ser cada cual el que era. Aquel tiempo de sombra y hostigamiento aún pervive en muchas mentalidades atrasadas en la inopia cerril de los dogmas y los prejuicios. De otra forma no se puede calificar la reacción inquisitorial de la católica iglesia, desde su sede central en El Vaticano, al comentar la reciente ley aprobada en nuestro Parlamento. Instigar a los funcionarios públicos de un país libre y soberano a la desobediencia civil, para no formalizar matrimonios entre homosexuales, supera toda previsión razonable de comportamiento por parte de un Estado sobre otro. Sólo se explica si la ingerencia parte de la Santa Sede y el Estado "rebelde" es España, a cuya larga historia le cabe el dudoso honor de haber sido sufriente nación más papista que el Papa, según certifican los rancios acuerdos preconstitucionales aún vigentes que privilegian a la confesión católica.

A propósito de la oposición de la alta jerarquía eclesiástica me permito traer hasta esta modesta bitácora algunos fragmentos suscritos por la otra iglesia católica, la que vive y respira cerca de la cotidianidad de los pueblos, en la base de las comunidades cristianas, a la orilla de los ríos de la vida, donde se involucra y pelea por los derechos y las prioridades de los más desfavorecidos. Pertenecen a un excelente artículo firmado por mi admirado convecino Quintín García, sacerdote dominico y cura rural, publicado el 24 de octubre del año pasado en El País. El texto le valió severas reconvenciones por parte de sus superiores y un masivo respaldo popular a su función pastoral en la pequeña localidad castellana donde la desempeña:

“Dicen que los católicos estamos en contra del matrimonio de los homosexuales. Lo han dicho estos días con belicosa vehemencia y melodía de viejas lamentaciones, tan propias, los obispos españoles, en colectivo y en particular, a tiempo y a destiempo, reclamando como única moralmente recta, también para la sociedad civil, su concepción del matrimonio. Yo no lo digo. Más bien digo que me parece muy bien que por fin no sean discriminadas, denigradas por su inclinación sexual las minorías homosexuales. Y que se les reconozca social y legislativamente sus derechos.(...)

Dicen los que dicen que los católicos estamos en contra del matrimonio de los homosexuales que lo dicen en nombre de Dios porque se apoyan en algunos textos de la Biblia y en el magisterio eclesiástico. Yo no lo digo.(...) Los eclesiásticos de cada época, a base de hilar argumentos de Biblia y conclusiones precipitadas, le han hecho decir a Dios muchas cosas que eran ellos –su ciencia, su cultura, sus intereses- los que las decían. (...)

¿No habrá llegado el momento de reconocer, como en tantos otros casos, que la condena de la homosexualidad, en nombre de Dios, ha sido un error porque se basaba en una ciencia y filosofía incorrectas? Yo pienso que sí. (...)

Si ser católico es ver la huella del Creador en las variadas y multiformes manifestaciones de la naturaleza, también en todas las manifestaciones diferentes de la sexualidad, y no sólo en algunas, yo soy católico. Yo soy católico si consiste en indagar con humildad, no en repetir y repetir el significado y aplicación hoy de las enseñanzas religiosas –no las culturales- recibidas de otra época, tantas veces difíciles de precisar y traducir.(...)

Si ser católico es respetar al prójimo en sus derechos, amarlo y no despreciarlo como se ha hecho y se hace con los homosexuales. (...) Si es aceptar que de muchas cosas de la vida uno no sabe nada, o poco, o sabe contradictoriamente, y a saltos, incluidas las cosas religiosas, yo soy católico.(...)

No usaré el púlpito de mi comunidad para defender los intereses de los obispos españoles –no los ideales católicos- en forma de leyes sobre la enseñanza religiosa católica; sobre el matrimonio civil para que se ajuste a la visión católica; sobre los privilegios de financiación de la iglesia católica; sobre los beneficiosos acuerdos Estado español-Estado vaticano. Intentaré usarlo para indagar “con temor y temblor”, y con la fuerza del Espíritu, el rostro amoroso de Dios, revelado en Jesús de Nazaret. Y la calle la usaré para alegrarme de que las minorías excluidas vean reconocidos sus derechos por los representantes legítimos de los ciudadanos.”

Extraido de Diario del aire

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