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domingo, 18 de octubre de 2020

Cuidado mataputos   mete púas en San Pedro 


Hola San Pedro Regresamos . no es por casualidad.



La homofobia se instalo en varios lugares institucionales; mucho mataputo si asi a la antigua si te pueden matar te matan , muchos de ellos con mujer de pantalla pero haciendo cosas a escondidas .

Vos seguro conoces y sabes de que estoy escribiendo .

Hay mucho papelerio y acciones para la vidriera no nos confundamos .

La realidad es que hay que actuar ya con esta gente , estos putos reprimidos que llenan la cabeza de funcionarios 

martes, 11 de septiembre de 2012

EN LA PROXIMA ENTRADA NOMBRAMOS A LOS HOMOFOBICOS ( PUTOS TAPADOS DE SAN PEDRO

Cuenta regresiva para los tapados homofobicos de San Pedro

Las personas homofóbicas suelen ser homosexuales reprimidos.

 

 Esta, como otros frases suelen repetirse a menudo en conversaciones casuales  (formando parte del conocimiento popular),  muchas veces se dicen  sin saber si hay una base cierta para dichas afirmaciones…  es por ello que se me ocurrió ir a buscar en la literatura científica y encontré que en 1996 se publicó en el “Journal of Abnormal Psychology” un trabajo titulado : ¿ Está la homofobia asociada a la excitación sexual homosexual?


Los invetigadores, del departamento de sicología de la universidad de Georgia, USA, estudiaron a varones heterosexuales. Los cuales fueron divididos en dos grupos; los homofóbicos y los no-homofóbicos (esto se realizó mediante un indice de homofobicidad previamente publicado). Los hombres fueron expuestos a estímulos sexuales explicitos (videos porno) donde se podían apreciar 1) relaciones sexuales heterosexuales 2) relaciones homosexuales entre hombres y 3) relaciones homsexuales entre mujeres. Todo esto mientras se les monitorizaba los cambios en la circunferencia del pene. Ambos grupos mostraron aumento de la erección al ser expuestos tanto a los videos heterosexuales como a los lésbicos. Pero solo el grupo homofóbico se excitó con los videos gays. Lo que llevo a los autores del trabajo a concluir que la homofóbia esta aparentemente ligada a la exitación homosexual que el homofóbico o bien niega o bien no se percata.
Al menos en este caso esa frase repetida parece tener asidero científico. Ahora, me pregunto? Se habra “filtrado” este resultado científico en el conocimiento popular, o será que el dicho popular habrá originado la investigación?

domingo, 18 de marzo de 2012

Bicexuales o caretas?

Bisexualidad, ¿un disfraz de la homofobia internalizada?





Alejandra Sardá (*)



Trabajo presentado en el I Encuentro Argentino de Psicoerapeutas Gays, Lesbianas y Bisexuales, organizado por el Grupo Nexo y realizado en Buenos Aires, en septiembre de 1998.



Alejandra Sardá es psicóloga. Coordinadora del Programa para América Latina y el Caribe, IGLHRC (Comisión Internacional de los Derechos Humanos para Gays y Lesbianas)
Oficina en Buenos Aires:Sánchez de Bustamante 515 - 11 "B" - Buenos Aires, ArgentinaTeléfono y fax: (54 11) 48 67 08 51

Email: alejandra@iglhrc.org









"Me dijo que le gustan los hombres tanto como le gustan las mujeres, lo que le parece natural porque, dice, él es producto de dos sexos así como de dos razas. A nadie le sorprende que él sea biracial; ¿por qué debería sorprenderles que sea bisexual? Esta es una explicación que jamás escuché antes y que no puedo comprender del todo; me parece demasiado lógica para mi cerebro."

Alice Walker, Possessing the Secret of Joy

Necesito hablar sobre bisexualidad. Creo que la analogía es la identidad interracial o multirracial. Creo que la analogía para la bisexualidad es una visión del mundo multicultural, multiétnica, multirracial. La bisexualidad se desprende de una perspectiva como ésa y a la vez conduce a ella.

June Jordan, activista y poeta





El título de este trabajo apunta directamente a uno de los prejuicios más prevalecientes tanto en la población en general como en las/os profesionales de la salud. Ante la "confesión " de bisexualidad, la mayoría de las personas asumen que se trata de alguien que no se atreve a vivir sus impulsos homosexuales o que busca presentarlos de una manera más socialmente aceptable. En la primera parte de este trabajo, analizaremos los supuestos que configuran el modelo imperante de sexualidad y que inciden en esa concepción de la bisexualidad. En la segunda parte, nos abocaremos a las consecuencias prácticas que las diversas percepciones de la bisexualidad pueden tener en la clínica, particularmente cuando se trata de terapeutas gays o lesbianas. El marco referencial de este trabajo, así como nuestra práctica, se funda sobre todo en el feminismo aplicado al ámbito de la salud mental, así como en algunos elementos de la Gestalt.





¿De qué hablamos cuando hablamos de (bi)sexualidad?

Muchas personas afirman que "la bisexualidad no existe". En cierto sentido, tienen razón. La Bisexualidad, como entidad absoluta, es algo irreal, claro que sí. Algo tan irreal como lo son La Homosexualidad o La Heterosexualidad. Lo que existen son historias humanas de deseo y diferentes maneras de dar cuenta de ellas a través de las palabras. La elección de una palabra o de otra (o de ninguna) para dar "título" a esa narrativa, es producto de numerosas circunstancias, entre las que se tienen un lugar privilegiado el contexto social y cultural, la historia familiar y el grupo de pertenencia. Y siempre, toda palabra que pretenda dar cuenta de la historia y del presente deseante y afectivo de una persona, necesariamente dejará afuera experiencias, fantasías, proyectos, sueños, que son conflictivos con la imagen de sí que esa palabra quiere revelar. Ese "dejar afuera" puede implicar "olvidarlos" o también resignificarlos de maneras que reduzcan su conflictividad.

Lo que se considera "ambiguo", es decir, lo que no es fácilmente clasificable en las categorías existentes, tiene la virtud de por su mera existencia desnudar las reglas de juego que subyacen a esas categorías.

Tal como sucede con la transgeneridad, que desnuda en forma implacable la precariedad de la diferencia (binaria) de género, pilar de la civilización occidental -cristiana y no-, la bisexualidad pone al descubierto cuáles son los parámetros que regulan la idea misma de sexualidad humana en este fin de siglo.

Escuchemos las críticas, y los temores. Los siguientes comentarios fueron pacientemente recogidos por nosotras a lo largo de los años. Provienen de muy variadas clases de personas: terapeutas de diversas orientaciones, público de talk-shows en televisión, gays y lesbianas (activistas y no), integrantes de grupos de terapia, estudiantes de psicología, etcétera. Según ellas y ellos, las personas bisexuales son:

· Inmaduras: porque no se definen, porque pretenden perpetuar un estado de omnipotencia infantil en el que todos los objetos son potenciales objetos amorosos.

o Impostoras: porque "en realidad" son gays o lesbianas que no se atreven a asumirse como tales, o que no quieren perder ni los privilegios sociales de la heterosexualidad ni los placeres de la homo.

· Confundidas: porque "en realidad" no saben lo que quieren, dudan, van de un cuerpo a otro y de un género a otro buscando una falsa completud de sus débiles yoes, que se debilitan más aún en ese proceso.

· Hipersexualizadas: su libido es tan intensa que rompe los diques de la represión y no discrimina entre objetos socialmente permitidos y prohibidos; en versión talk-show: "tiene ojo, me lo cojo".

· Egocéntricas, egoístas, centradas en la búsqueda de su propio placer y reluctantes a sacrificar nada de sí para comprometerse en una relación adulta con una persona de un determinado género y renunciar al resto de sus potenciales parejas. Este egocentrismo en muchos casos orilla la psicopatía, ya que la persona bisexual es insensible al dolor que causa en heterosexuales, gays o lesbianas puras/os y bien intencionadas/os que confían en ella. (Esta línea ha sido explotada por el cine hasta la exasperación.)

· Exóticas, andróginas, ni hombres ni mujeres, criaturas de la noche y la excentricidad, artificiales, exquisitas, tan Otras que ni siquiera puede juzgárselas con los parámetros morales que sí les caben a sus hermanas/os más corrientes.

¿Cuál es la idea de sexualidad que se esconde detrás de esas críticas? En primer lugar, una sexualidad cuya culminación es un estado fijo -en cuanto a objeto, pero también en cuanto a práctica. La madurez sexual estaría indicada por la elección, sea esta hetero u homosexual, y el renunciamiento a las otras alternativas. Ser madura/o es recortar de la gama posible de experiencias humanas una sola, y adherirse a ella por el resto de la vida. Se trata de una sexualidad binaria, excluyente, y por supuesto jerárquica como lo son todos los sistemas binarios en Occidente (hombre/mujer, mente/cuerpo, blanco/negro, día/noche, cielo/infierno, etcétera). De acuerdo al círculo donde nos movamos, la perfecta culminación del proceso psicosexual será la heterosexualidad, con la homosexualidad como variante defectuosa; o proclamaremos la supremacía del deseo entre iguales, con una miríada de argumentos que van desde la exquisitez griega hasta la liberación del mandato patriarcal.

No hay vida fuera de los polos... contradiciendo la realidad de nuestro planeta donde justamente los que están deshabitados son los polos y la fascinante diversidad de la vida humana transcurre en las vastísimas zonas que se extienden entre ambos...

¿Por qué la bisexualidad asusta tanto que tiene que ser negada en su misma existencia? Una posible explicación, entre muchas, se relaciona con este sistema binario al que venimos haciendo referencia. Al ser jerárquicos, los binarios que estructuran el pensamiento occidental son en realidad falsos binarios. No hay equivalencia entre las dos posibilidades: siempre hay una que es "positiva" y otra que es "negativa"... el negativo de la primera, su copia deformada. En la Edad Media se imaginaba el cuerpo de la mujer como una copia deformada del masculino, sin tapujos. El lado "positivo" del binario es el "real"; el otro, es una deformación a corregir, sin entidad propia. No son dos, sino uno, y la "elección" / "renuncia" no es tal, sino una mera cuestión de desempeño, de acercarse más o menos al ideal.

En esta sexualidad normativizada, con indicadores de desempeño y metas a alcanzar, donde el deseo aparece controlado, nombrado, acotado, y el margen para lo imprevisto y para el cambio es mínimo, la bisexualidad irrumpe como elemento disruptivo. La bisexualidad no sólo devuelve su categoría de existencia al otro polo del binario sino que además despliega una amplia gama de opciones posibles entre ambos, que los relativiza y los vuelve meros puntos en un continuum en lugar de indicadores excluyentes de identidad.

La bisexualidad remite a lo móvil, al cambio, a lo imprevisto y por eso atemoriza. En ámbitos que no sean la sexualidad, se reconoce la capacidad de adaptación a los cambios como síntoma de madurez, la flexibilidad como indicio de estructuración adecuada del yo, un amplio repertorio posible de respuestas e intereses como sinónimo de salud. Y sin embargo, en lo sexual, exigimos de las personas todo lo opuesto. No es sorprendente: en el lugar de la mayor vulnerabilidad humana, donde rozamos la muerte y la desnudez, donde hasta el lenguaje adulto nos es insuficiente, es donde construimos las mayores rigideces, los imperativos más tiranos.

La definición más simple de bisexualidad habla de la potencialidad de sentirse atraída o atraído por personas del propio género así como de cualquier otro. El término en sí ha sido cuestionado por muchas personas en los últimos años, ya que perpetúa la (falsa) concepción de que existen solamente dos géneros -el propio y el ajeno, femenino y masculino. La existencia de una amplia gama de personas que resultan difíciles de encuadrar en esas dos categorías, y que resultan objetos de interés afectivo / erótico, exige una definición más abarcativa de bisexualidad, como la que enunciamos al comienzo del párrafo.

La sexualidad humana es mucho más compleja de lo que querríamos que fuera. Abarca la genitalidad, por supuesto, pero también las fantasías, la cercanía emocional, la comunión afectiva... En algunas vidas humanas -las menos- todos esos vínculos se dan, desde el nacimiento hasta la muerte, con personas de un solo género. En la mayoría de las vidas humanas, en cambio, existe una fascinante diversidad de objetos amorosos/eróticos, a veces aceptados como tales y a veces no. Si restringimos la sexualidad a su expresión genital, seguramente encontraremos muchos más casos de exclusividad, pero ni siquiera. El famoso estudio Kinsey, realizado en los años '40 y que sólo medía relaciones sexuales que culminaran en orgasmo, provocó un escándalo al revelar la impresionante diversidad en las preferencias sexuales de la población estudiada.

Acordar existencia real a la bisexualidad implica una concepción de la sexualidad menos "tranquilizadora" pero más adecuada a los estándares de salud, en cuanto requiere una perspectiva flexible, abierta a la posibilidad de que se produzcan cambios. El peligro reside en utilizar la aceptación de la bisexualidad para instalar un nuevo status quo, donde las opciones "aceptables" serían tres en lugar de dos. Apenas una modificación cosmética. El desafío que plantea la bisexualidad es pensar la sexualidad humana como una materia en construcción permanente, como una historia que sólo se cierra y adquiere una forma definida en el momento de la muerte. Y abrir la puerta para validar otras expresiones de la sexualidad que todavía oscilan entre la categorización clínica (desvalorizante) y el silencio; no casualmente, son las expresiones más "asociales", las que no nos ligan a otras ni a otros, las que son todavía más sospechadas: el celibato, el autoerotismo, el fetichismo.

De las ideas a los hechos.



En esta segunda parte, vamos a centrarnos en las dinámicas de interacción entre las terapeutas lesbianas o los terapeutas gays y sus pacientes bisexuales. Retomando la pregunta que elegimos como título para este trabajo, resulta importante diferenciar la bisexualidad de la homofobia internalizada. Para muchas lesbianas y para muchos gays, terapeutas incluidos, tal diferenciación no existe. Proclamarse bisexual es, per se, un signo inequívoco de la falta de aceptación de la propia homosexualidad.

Como terapeutas, es nuestra tarea básica escuchar la voz de nuestras/os pacientes por encima de los gritos o los susurros de nuestros prejuicios. Consideramos también que si tomamos la relación terapéutica como una relación entre dos personas adultas, donde ambas poseen conocimientos y capacidad de acción, es imprescindible validar -creer- lo que nuestras/os pacientes dicen de sí mismas/os. En el transcurso del proceso terapéutico, algunas definiciones de sí cambian, pero ese cambio es eficaz cuando es producto del trabajo de elucidación de la propia paciente o del propio paciente y no cuando obedece a presiones, sutiles o desembozadas, de su terapeuta.

En primer lugar, es fundamental que la terapeuta lesbiana o el terapeuta gay se preocupe por informarse acerca de la bisexualidad, por leer a quienes han investigado antes en este tema y también a las propias personas bisexuales, algunas de ellas terapeutas y otras no. También es importante que sepa -y averigüe- qué recursos comunitarios existen para la socialización de las personas bisexuales.

En un plano diferente, es aconsejable trabajar en la propia terapia y/o en la supervisión, la aparición de sentimientos de rechazo o inseguridad frente a la o el paciente que se proclaman bisexuales.

El desafío que se nos presenta es diferenciar la genuina (aun cuando fuere provisoria) definición de bisexualidad de la elección de una etiqueta bisexual como defensa frente al rechazo que produce la propia homosexualidad (lo que se conoce como "homobofia internalizada"). En este terreno, tal vez sea importante tener en cuenta que la homofobia internalizada, con toda su gama de intensidades y manifestaciones, está siempre presente en las pacientes lesbianas y en los pacientes gays (así como en las/os terapeutas), ya que es casi una respuesta adaptativa a las condiciones sociales imperantes. En nuestra opinión, siempre que se trabaja con una paciente lesbiana o con un paciente gay es importante prestar atención a las manifestaciones de homofobia internalizada, señalarlas, contribuir a su toma de conciencia, etcétera -de la misma manera que con las pacientes mujeres (cualquiera sea su orientación sexual) es fundamental trabajar los elementos de desvalorización de sí, inferioridad e indefensión adquirida y otras marcas sociales de la desigualdad de género. No importa cuál sea la etiqueta que la/el paciente adopte, el trabajo sobre la homofobia internalizada es ineludible y en el caso de las/os pacientes homosexuales que se escudan tras la máscara de la bisexualidad, al crear las condiciones para una mayor aceptación de sí es más probable que esa máscara deje de ser funcional y se abandone.

En el caso de las/os pacientes genuinamente bisexuales, es necesario trabajar los elementos de homofobia internalizada que dificultan la aceptación de los deseos homosexuales, así como también trabajar lo que se conoce como "bifobia" que es la internalización de los mensajes sociales negativos acerca de la bisexualidad e incluso de su inexistencia como categoría válida. En aquellas personas que tienen conciencia de sus deseos por seres de diferentes géneros y han encontrado la forma de convivir con ellos, este trabajo resulta imprescindible, sobre todo cuando se trata de personas que viven inmersas en ambientes gay o lésbicos donde carecen de interlocutoras/es validantes. Se trata de un trabajo de integración de lo que en apariencia serían aspectos "contradictorios" del deseo, y aquí la noción de sexualidad a la que nos referimos en la primera parte desempeña un rol decisivo.

"Si la bisexualidad es, en realidad y como sospecho, no una orientación sexual más sino más bien una sexualidad que deshace la orientación sexual como categoría, una sexualidad que amenaza y cuestiona el fácil binario de hetero y gay e incluso, por sus significados biológicos y fisiológicos, las categorías de género masculino y femenino, entonces la búsqueda del significado de la palabra "bisexual" proporciona una lección de otro tipo. En lugar de designar a una minoría invisibilizada, a la que aún no se le ha prestado la suficiente atención y que ahora está encontrando su lugar bajo el sol, la bisexualidad, como las mismas personas bisexuales, resulta ser algo que está en todas partes y en ninguna. En síntesis no hay una verdad acerca de ella. La pregunta acerca de si alguien fue "en realidad" gay o "en realidad" hetero tergiversa la naturaleza de la sexualidad, que es fluida y no fija, una natatoria que cambia con el tiempo en lugar de una identidad estable, aunque compleja. El descubrimiento erótico que aporta la bisexualidad es la revelación de la sexualidad como un proceso de crecimiento, transformación y sorpresa, no un estado del ser estable y plausible de ser conocido".

Marjorie Garber, "Vice Versa".





Bibliografía



Garber, Marjorie. Vice Versa. Bisexuality and the Eroticism of Everyday Life. New York: Simon & Schuster, 1995.



Kaplan, Rebecca: "Your Fence Is Sitting on Me: The Hazards of Binary Thinking", en Bisexual Politics. Theories, Queries & Visions. Edit. Naomi Tucker con Liz Highleyman y Rebecca Kaplan. New York: Harrington Park Press, 1995.



Margolies, Liz; Becker, Martha y Jackson-Brewer, Karla. "Internalized Homophobia. identifying and Treating the Oppressor Within", en Lesbian Psychologies. Explorations & Challenges. De. The Boston Lesbian Psychologies Collective. Chicago: University of Illinois Press, 1987



Shuster, Rebecca: "Sexuality as a Continuum. The Bisexual Identity", en Lesbian Psychologies. Explorations & Challenges. De. The Boston Lesbian Psychologies Collective. Chicago: University of Illinois Press, 1987.



Tucker, Naomi: "The Natural Next Step", en Bisexual Politics. Theories, Queries & Visions. Edit. Naomi Tucker con Liz Highleyman y Rebecca Kaplan. New York: Harrington Park Press, 1995.

Homofobia internalizada, una constante esn San Pedro

La homofobia afecta a heterosexuales y homosexuales por igual. Sin embargo, su expresión en homosexuales podría ser distinta a su manifestación en heterosexuales (como la depresión infantil se manifiesta con síntomas distintos a la depresión en adultos). Esto por una sencilla razón: en el caso de un gay, discriminador y discriminado se encuentran en el mismo lugar. Esto significa que un homosexual aquejado de homofobia se hará a sí mismo lo que un heterosexual le haría a un homosexual.



Como una guía presentamos la siguiente tabla comparativa de los síntomas de la homofobia internalizada respecto de la homofobia general.


HOMOFOBIA HOMOFOBIA INTERNALIZADA
Lenguaje injurioso
Insultos
(“eres un enfermo”).
Fantasías de superioridad
(“los heterosexuales somos mejores personas”) Pensamientos autodescalificadores
(“soy un degenerado”)
Fantasías de inferioridad
(“si fuese heterosexual sería mejor”)
Exclusión Conductas discriminadoras:
poner barreras externas para impedir el acceso ciertos objetos (trabajo, salud y servicios, amistades) Vergüenza, culpa, baja autoestima:
barreras internas que impiden tomar riesgos y acceder a nuevas y mejores oportunidades.
Abuso Golpes y maltrato físico Conductas autodestructivas
(abuso de alcohol y drogas, sexo desprotegido)
Expresión extrema de odio
Asesinato Suicidio

miércoles, 14 de diciembre de 2011

NO AL EXILIO GAY DE SAN PEDRO, NO A LA DISCRIMINACIÓN CAMUFLADA:

Ser gay en un pueblo chico

Dos chicas se rozan, se olfatean, se adivinan. El mundo parece un lugar ajeno, ellas bailan solas, se descubren iguales o casi diferentes, el lugar está repleto de gente, pero ellas se sienten solas, por eso bailan, por eso se miran, por eso se desean. En la semioscuridad que da el humo y el anonimato, las chicas se buscan y se encuentran. Pero la noche termina, la luna se guarda los besos para otro día y de nuevo a la cama, solas, separadas, con el deseo latiendo entre las piernas.
Es de día y hay que ocultar, hay que mentir, disimular, aparentar. Los pueblos no son aptos para homosexuales, la sociedad no quiere mirar, no le gusta, dios y la virgen son testigos, y tienen sus verdugos controlando la ciudad. Lo cierto es que no hay nada dramático, ni espantoso, ni extraordinario detrás del velo que cubre lo gay, entonces ¿por qué tan poca visibilidad gay en ciudades chicas?. No se trata de salir corriendo a gritar “soy gay!”, ni colgarse un cartel con idéntica frase en la frente; pero ¿dónde están los espacios para que dos chicos puedan besarse libremente?, ¿para que dos chicas caminen de la mano sin ser observadas?. Sepámoslo, los pueblos y ciudades chicas rebalsan de gays y lesbianas.
Ser homosexual en un pueblo es como ser zurdo en un mundo de diestros, ser enano en un país de gigantes, ser serio en un universo de divertidos; y todos los diestros, los gigantes y los divertidos son daltónicos en un mundo lleno de colores.
Ser gay y no morir en el intento –suena a cliché y esa es la cuestión-, en los pueblos de la República y en las ciudades con alma de. No es novedad, la comunidad gay está en aumento y la invisibilidad es la cruz a cargar por los homosexuales de ciudades chicas.
No es lo mismo ser gay en Rosario, Capital Federal o Córdoba, que serlo en una ciudad chica, donde todos -o muchos- conocen tu nombre, tu familia, tu historia (y si alguien no la conoce, siempre existe el primo del amigo de tu hermano que sí). Esa familiaridad constante que para muchos puede significar contención, para tantos otros no es más
que una opresión eterna. Por eso muchos eligen el exilio a grandes urbes, ahí donde las sexualidades comienzan a ser un fenómeno de libertad. Mudarse de un pueblo a una jungla de cemento es complicado, pero muchas veces suele ser la mejor solución contra la homofobia de añejas raíces. Del “qué dirán” al “qué me importa” sólo hay unos kilómetros
de distancia, la primera frase bajo la atenta mirada de una ciudad que vigila y, muchas veces, corrige -o eso intenta-; y la segunda, bajo una ciudad que transforma al sujeto en apenas una célula anónima entre la multitud, y entonces el ‘qué me importa, si nadie me conoce’ se convierte en un juego peligroso y vivaz. ¿Y qué hay de aquellos que no pueden irse? ¿que no quieren irse?, una posible enmascarada soledad y un arduo trabajo que consiste en afinar el ojo, solamente para detectar pequeños detalles en otros humanos con iguales placeres.

Invisibilidad
En una cultura machista, sexista y heterosexual como la que vivimos, a una persona se le dificulta construirse plenamente como sujeto sexuado, porque para hacerlo requiere no sólo de una decisión personal sino de una consolidación social con la que le es difícil contar hoy (por eso muchos eligen irse); y es a través de esa consolidación donde el sujeto podrá fundar su identidad. Ya sabemos que lo que no se nombra no existe, y quizás sea hora de empezar a nombrar, aunque aquella consolidación esté lejísima de nuestra sociedad.
Reconocerse gay en una ciudad chica equivaldrá a la etiqueta de “el puto” o “la lesbiana”, no importa el nombre, siempre será “la que atiende la caja de… que es lesbiana, viste?” o “el peluquero de la calle tal, que es re puto”. En las ciudades pequeñas, la mayoría de los homosexuales desarrollan estrategias de supervivencia. Algunos se casan, otros estacionan su auto a dos cuadras de la casa de su amante para que ningún vecino registre ese encuentro (cual amantes heterosexuales), y como última instancia de amor, muchos recurren a las relaciones virtuales por Internet.
Los gays son invisibles. En las ciudades chicas a los homosexuales no se los ve, se los sospecha. Pasan a nuestro lado y se susurra, se habla de aquel “trava”, de ese médico que nunca se casó y por eso se murmura, y no falta esa profesora de gimnasia de la cual todo el mundo comenta. Cuando el dedo acusador deje de someternos a esa ficticia vergüenza, los pueblos serán ciudades (todavía hoy se mantienen vigentes, en muchas provincias, códigos de faltas y contravenciones dictados por gobiernos militares que asocian homosexualidad con delito).
La visibilidad gay no es un asunto de exhibicionismo, sino de actitud política, y mientras esa visibilidad no se haga elocuente en las ciudades chicas, muchos de nuestros adolescentes seguirán sintiéndose extraños, bichos de otro planeta, intentando ser corregidos por una sociedad que no duda en rotular de maricón o marimacho, sin tener en cuenta la estigmatización que eso conlleva.

M. Laura Flores

martes, 29 de noviembre de 2011

Disfruten




































Cero infecciones nuevas por VIH, cero discriminación y cero muertes relacionadas con el SIDA.

Este año, el Día Mundial de la lucha contra el SIDA se centra en los esfuerzos para «Llegar a cero».

Con el respaldo de las Naciones Unidas, la iniciativa «Llegar a cero» durará hasta 2015 y se constituye sobre la exitosa campaña del Día Mundial del SIDA de 2010 «Light for Rights» que abarca una variedad de temas fundamentals identificados por las principales poblaciones afectadas.

La respuesta mundial contra el VIH se encuentra en un momento decisivo, en el que están en riesgo los considerables avances logrados, y donde los enfoques actuales están alcanzando su límite. Solo un tercio de las 15 millones de personas seropositivas que necesitan tratamiento de por vida lo están recibiendo. Las nuevas infecciones siguen superando al número de personas que inicia el tratamiento, mientras que la tendencia al alza en la provisión de recursos se estancó este año.

«Cero infecciones nuevas» y «Cero discriminación» tienen la misma posibilidad de provocar eventos de gran repercusión, de pequeña escala como vigilias comunitarias, así como eventos a nivel nacional que hagan uso del cero, que es reconocido mundialmente, y del poder de la luz, para generar la atención apropiada a los temas de la vida y la muerte.

Desde el 1 de diciembre de 2011 hasta el 2015 se prevé que las diversas regiones y grupos seleccionarán cada año uno o todos los ceros que mejor se adapten a su situación.

La decision de unir esfuerzos con el objetivo del milenio de «Llegar a cero» se tomó después de un amplio debate entre las personas seropositivas, activistas de la salud, la sociedad civil en general y muchos más, que suman un total de más de cien organismos.

Aunque la visión para el Día Mundial del SIDA de este año y los venideros puede parecer un anhelo, el camino para lograrla viene marcado con hitos concretos.
10 objetivos para 2015

Reducir a la mitad la transmisión sexual del VIH, también entre los jóvenes, los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y en el contexto del comercio sexual;
Acabar con la transmisión vertical del VIH y reducir a la mitad la mortalidad materna relacionada con el sida;
Evitar que se produzcan nuevas infecciones por el VIH entre los usuarios de drogas;
Proporcionar acceso universal a la terapia antirretrovírica a las personas seropositivas que reúnen las condiciones para recibirla,
Reducir a la mitad las muertes a causa de la tuberculosis entre las personas que viven con el VIH;
Garantizar que las personas seropositivas y los hogares afectados por el virus se incluyen en las estrategias de protección social nacionales, y que tienen acceso a servicios básicos de atención y apoyo;
Reducir a la mitad el número de países que aplican leyes y prácticas punitivas en torno a la transmisión del VIH, el comercio sexual, el consumo de drogas o la homosexualidad;
Eliminar las restricciones a la entrada, la estancia o la residencia relacionadas con el VIH en la mitad de las naciones que las aplican;
Garantizar que al menos la mitad de todas las respuestas nacionales al VIH atienden las necesidades relacionadas con el virus de mujeres y niñas;
No tolerar la violencia basada en cuestiones de género.